Época: Reinado Carlos IV
Inicio: Año 1792
Fin: Año 1798

Antecedente:
Primer gobierno de Godoy

(C) Enrique Giménez López



Comentario

La crítica de Teba al absolutismo desde la perspectiva antiliberal, era muy distinta a la que se hacía desde el liberalismo. La guerra con Francia tuvo también un efecto propagandístico opuesto al deseado por las autoridades, puesto que los principios de la Revolución se difundieron en todos los ambientes. Así lo constataba Juan Pablo Forner en una carta enviada desde Madrid a un amigo sevillano: "En el café no se oye más que batallas, revolución, Convención, representación nacional, libertad, igualdad; hasta las putas te preguntan por Robespierre y Barrére, y es preciso llevar una bueno dosis de patrañas gacetales para complacer a la moza que se corteja". A los ilustrados radicales, la Revolución les había abierto un horizonte de posibilidades, y para ellos la regeneración de España pasaba necesariamente por acabar con los privilegios.
Entre quienes estuvieron en la vanguardia de este movimiento favorable al liberalismo se encontraban los españoles exilados en Francia, entre los que destacó José Marchena, el español más comprometido con la Revolución Francesa y hoy conocido por la excelente biografía política e intelectual realizada por Juan Francisco Fuentes. Marchena pertenecía a una minoría de intelectuales críticos que se enfrentaron a quienes, antes del estallido revolucionario en Francia, pusieron sus plumas al servicio del gobierno y exaltaron, mediante apologías, el nacionalismo español.

Para Marchena, sin embargo, las apologías fomentadas y financiadas por Floridablanca, eran "una prueba de la verdad que intentan combatir", es decir, el retraso español respecto al resto de las naciones europeas. Su convicción de que en España sólo era posible publicar "cuentos de hadas o libros ascéticos", lo llevó al exilio francés. Desde abril de 1792, Marchena pasó a residir en Bayona. En agosto de 1792 editó la Gaceta de la Libertad y de la Igualdad, redactada en español y francés, y cuya finalidad era "preparar los espíritus de los españoles para la libertad".

Los revolucionarios franceses, y los girondinos especialmente, pusieron un gran empeño en convertir a Bayona en un centro difusor de propaganda revolucionaria hacia España, y la Junta de Bayona dio cobijo a quienes, venidos de España, estaban dispuestos a participar en esa empresa propagandística. Junto a Marchena colaboró el marino Miguel Rubín de Celis, y ambos trabajaron en la traducción al español de los discursos de Mirabeau, que no llegaron a editarse. También intervinieron en la célula de propaganda de Bayona otros españoles partidarios de la Revolución, como José Manuel Hevia y Miranda y Vicente Santibáñez, más radicales en sus posiciones que Marchena y Rubín de Celis. La aportación más importante de Marchena fue la proclama titulada A la Nación española, publicada en Bayona en octubre de 1792 con una tirada de 5.000 ejemplares. Según su contenido, dirigido especialmente a la nobleza y al clero, Marchena proyectaba promover en España un proceso revolucionario, pero no mimético del francés, sino que atendiera a las particularidades españolas, entre ellas la falta de una burguesía capaz de encabezar el proceso, como había sucedido en Francia.

Con su proyecto de Revolución a la española, Marchena deseaba revitalizar las instituciones representativas para lograr cohesionar una realidad hispánica que consideraba poco integrada y compuesta de regiones diversas, lo que, en el fondo, no consistía en otra cosa que en acelerar el reformismo ilustrado: supresión de la Inquisición, restablecimiento de las Cortes estamentales y limitación de los abusos y poderes del clero. Su intención era ofrecer un proyecto atractivo al conjunto de la sociedad española, en el que el pueblo accedería lenta y gradualmente a la plenitud de sus derechos políticos. El texto de Marchena respondía a su ideología posibilista, más próxima a los girondinos. Sin embargo, otro era el criterio del profesor Santibáñez, proclive al sistema centralizado de los jacobinos y, por tanto, más radical, quien en la primavera de 1793 redactó sus Reflexiones imparciales de un español a su nación sobre el partido que debería tomar en las ocurrencias actuales. En este escrito, que remitió al ministro Lebrun, preconizaba sustituir las antiguas Cortes españolas por un cuerpo político que fuera el resultado de la representación nacional.

A fines de 1792 se abrió en Bayona un "Club español" dedicado por entero a labores propagandísticas, contando con Marchena como uno de sus miembros más activos. Un año después, el Club se transformó, por indicación de las autoridades parisinas, en el Comité español de Instrucción Pública, del que forman parte el propio Marchena junto a Santibáñez, Hevia y jacobinos franceses. Su objetivo siguió estando centrado en la propaganda: propagar en España nuestras máximos políticas, ya sea a partir de nuevas publicaciones o a través de traducciones de nuestras mejores obras revolucionarias, según indicación del comisario francés encargado de dinamizar su actividad. Actividad que fue breve, porque las luchas política entre montañeses y girondinos alcanzaron también a estas organizaciones políticas. Desaparecido el Comité, fue creado el Club de los Amigos de la Constitución, del que Santibáñez era secretario, pero acusado éste de apropiación indebida de fondos fue encarcelado, falleciendo en prisión pocos meses después.

Marchena, acompañado de Hevia, se encontraba por entonces en París dedicado a labores de traducción de textos políticos, como el manifiesto de la Convención dirigido a los pueblos de Europa. Perseguido y encarcelado durante el Terror, su libertad no llegó hasta después de Thermidor, interviniendo desde entonces en la política parisina, pero sin relación con los asuntos de España. Sólo en 1799 Marchena tradujo y editó el Contrato Social de J.J. Rousseau para su difusión en España y América. En su introducción exigía un alzamiento popular contra una monarquía responsable de la ignorancia y del atraso español.

No obstante estas manifestaciones de oposición, que brotaban de sectores muy diversos y con intencionalidad distinta, Manuel Godoy había decidido dar un giro a lo que hasta entonces había sido su política exterior, e inaugurar una nueva línea política de acercamiento a Francia y enfrentamiento con Inglaterra.